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No llores, no es para tanto, no hay que ponerse así…

En algún momento, todos hemos recibido esas frases por parte de las personas que nos quieren, y según las escuchamos solemos recurrir a nuestra “caja de recursos” para poder cambiar la situación. Pretendemos cambiar el cómo nos sentimos, ya que es lo que se espera de nosotros, hasta que nos damos cuenta que no forma parte de nuestra voluntad.

Estas situaciones suelen ocurrir en aquellas emociones que sugieren rechazo y nos parecen negativas; pero nada más lejos de la realidad.

Todas las emociones son una reacción a una experiencia vital, y son de gran importancia para nuestro desarrollo. Es por ello que, pese a que nuestra buena intención sea calmar a la otra persona y hacerla sentir mejor, invalidando sus emociones, únicamente conseguiremos el efecto contrario, ya que, cuando esto se produce, haremos sentir a la otra persona confusa o equivocada.

Nuestra misión ha de ser la de acompañar y validar todas y cada una de las emociones sentidas, para ayudar a tomar conciencia de ellas y poder reconocerlas, comprendiendo que todas ellas son válidas y tienen un sentido. Aceptar estas emociones implica no desatenderlas o tener una actitud de juicio, dejando que la emoción fluya.

Validar aquellas emociones que no sean positivas para nosotros, nos ayudará a poder regularlas y manejarlas, consiguiendo los recursos para los momentos menos agradables de la vida.

Si tomamos consciencia de su utilidad, podemos comenzar a entender lo importante que es la validación emocional en nuestra vida. Aceptar la tristeza o la rabia parece difícil, sin embargo, evitándolas solo se generará más dolor y dificultades para desarrollar nuestra vida.

“La emoción decide, la razón justifica”

Roberto Aguado.